Puedes hacer lo que quieras
¿Cómo
se podría determinar si lo que hace esa tribu es moralmente correcto o no, si
cumplen con una regla inquebrantable donde es malo comerse entre ellos pero
«bueno» comerse a otros?
En
tal caso, siempre andarán en conflicto con otros grupos, y en cada momento
estarán más cerca de su consecuente exterminio, bien sea tanto por derrota en
alguna batalla, o por hambruna si no se adaptan.
A la
interrogante se le puede responder que: quien decide es lo que permanece, quien
hace continuar la vida. La tribu si quiere permanecer viva le convendría
establecer diferentes normas para cumplir con nuevas condiciones, adaptándose
no nada más a sus gustos particulares, sino también a gustos de los otros
grupos semejantes.
Individualmente
es posible verse en un caso similar, se vive dentro de ciertas normas que hacen
posible la vida en sociedad, no obstante, cada ser puede disfrutar de una plena
libertad.
Se
tiene libertad de elegir cualquier cosa; de ser y hacer lo que se quiera en
cierto sentido, por lo que en realidad nadie mueve hilos debido a que ningún
ser es marioneta, se está, como ya se sabe, solamente atado a consecuencias.
Desde nuestra génesis estamos dotados para disfrutar a plenitud en este transitar que se le conoce como vida, la gran cuestión está en saber cómo, y es en la misma vía donde cada quien lo va descubriendo, o al menos eso debería.
El
mundo exterior nos dicta sus normas para atenderlas y así librarnos de posibles
malas consecuencias, sin embargo como me han dado a entender, y puede ser
entendido, es en el mundo interior donde se encuentra la libertad absoluta.
La
conciencia es en verdad libre, no obstante es deber de cada quien hacerla
además justa, para entonces no verse de ningún modo afectada por cualquier
norma externa, cumpliendo con lo que ya es sabido: «para el justo no hay ley,
porque él para sí se es ley».
La
persona en su libertad puede decidir servir con lo justo a quien sea servido;
siervo y señor comparten la misma celda cuando entre ambos se identifican y
cuando entre ambos aceptan su condición, porque entre ambos se descubren la
dignidad, lo que les permite empatizar, lo que les da la plena libertad.
Sentir
la plenitud va muchísimo más allá de poder abrir de largo a largo los brazos,
es reconocer que se puede hacer lo que se quiera, siempre y cuando sea lo que
en verdad se deba, lo que convenga, para permanecer y seguir por la vida
teniendo una plena libertad en la conciencia.
Quien
se libera se ata (algo curioso), se hace consciente de sus decisiones y
consecuencias, también se plantea y responde a cualquier interrogante. En esa
libertad puede contemplar la imagen de sus semejantes al identificarse con
ellos, y a su vez cae en cuenta de que en sí no tiene ni su principio, ni
tampoco encuentra su fin.
Cada
ser humano participa en lo que permanece a lo largo de la vida, y para
continuar en ella, debe condescender con ella, adaptándose de cualquier manera,
bien sea sea de forma física o no, al mantenerse siempre consciente para estar
siempre presente.
Condescender
con los demás puede sonar quizá complicado, cada persona tiene todo un cielo
dentro que reboza de posibilidades, pero realmente se trata de solo procurar
hacer las cosas bien, amando con bondad. Y ya en párrafos anteriores se ha
tratado sobre cómo se decide la moral (a menos era eso lo que pretendía).
Cada
quien se escribe su propia historia
Les hablo Yohan Cala
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