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No esperaba que volviera

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Pero otra vez está aquí. La pesadez, la carga. Para mí, llega como una sorpresa. Parece que nunca la veo venir. Es como si estuviese en un escenario y la trampilla del piso se abriera de repente. Caigo sólo para sumergirme en un enorme tanque de agua y allí quedo. Nadando con mi ropa puesta, preguntándome cómo es que sucedió. ¿Por qué es tan difícil nadar hasta arriba y tomar un poco de aire fresco? Estoy furioso porque no reconocí las señales. Estoy agotado de tanto nadar. Estoy cansado de tratar de luchar por el aire. Las personas en mi vida están en el exterior del tanque mirándome. “¿Qué pasa?” — “¿Por qué no nadas hasta aquí?” — “¿Cómo pasó esto?” — mi vista se nubla porque en todo lo que puedo pensar es en nadar hasta la cima y no tengo la energía para explicarles cómo llegué hasta acá porque, si supiera, no estaría aquí. Eventualmente, me arrastro fuera del agua y dejo que la luz del sol me golpee la cara. Se siente bien. Me siento bien. Todo el mundo se olvida del tanque y ...

Cuando menos lo esperaba

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Y ahí estabas tú, de repente todo cobró sentido. Un camino que había estado lleno de dudas, de inquietudes y obstáculos, de pronto parecía el más correcto y estaba completamente despejado. Lo único que podía hacer era preguntarme como no había podido ver todo esto antes. ¿O sí lo había hecho y tan solo me había empecinado en negarlo? ¿Por qué había  sido capaz de hacer algo así? Pero llegaste cuando menos lo esperaba y cambiaste mi forma de pensar, aunque nunca creí que podrías lograrlo. Y ahora me encuentro decidiendo que quizá no todo es tan malo como parecía al principio, y me doy cuenta de que yo también cambié. Nunca me he llevado bien con los cambios. Aunque hoy por alguna razón, creo que este no me vendría mal. Cosa curiosa, hay veces en las que uno mismo también puede darse sorpresas. No sé dónde estaré el día de mañana, ni si todos mis planes llegarán a concretarse de la forma que quiero. Pero deseo intentar esta aventura contigo. Les hablo Yohan Cala Facebook...

Detente... Tú puedes cambiar las circunstancias

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“No somos víctimas de las circunstancias, nosotros creamos nuestras propias circunstancias..." Sin embargo, en diversas ocasiones nos preguntamos sorprendidos por qué las cosas sucedieron como sucedieron y buscamos de inmediato a un culpable o responsable para poner a salvo nuestra irresponsabilidad. Desde luego, existen acontecimientos fruto de la casualidad fuera de nuestro control, como un terremoto, una tormenta, un accidente en el cual no fuimos protagonistas: otro manejaba, una piedra nos cayó, un rayo, etc., pero en la mayoría de las ocasiones no es la casualidad sino la causalidad; nosotros mismos producimos que nos despidieran del trabajo, que nuestra pareja nos abandonara, que no exista la comunicación con nuestros hijos entre muchas otras situaciones por las que atravesamos y que según nosotros son inexplicables. Las crisis personales son extraordinarias oportunidades para crecer y esto es posible cuando reconocemos nuestro papel protagonista en dichos sucesos, cu...

El niño que quería conocer a Dios

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Había una vez un pequeño niño que quería conocer a Dios. Él sabía que había que hacer un largo viaje hacia donde vivía Él, entonces empaquetó una maleta con panecillos y un six-pack de jugos y emprendió su partida. Cuando había recorrido cerca de 3 cuadras, se encontró con una viejecita. Ella estaba sentada en el parque, observando algunas palomas. El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Él estaba a punto de tomar su jugo cuando notó que la viejecita se veía con hambre, entonces él le ofreció un panecillo. Ella lo aceptó muy agradecida. Su sonrisa era tan bella que el niñito quería ver esa sonrisa nuevamente, entonces le ofreció a ella un jugo. Nuevamente ella volvió a esbozar su hermosa sonrisa. El niño estaba encantado. Ellos se quedaron allí toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de ellos decía palabra alguna. Cuando empezó a oscurecer, el niño estaba cansado y se levantó para irse. Antes de haber dado unos pasos más, él se dio la vuelta y corrió hacia la vi...

El peso de la oración

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Una mujer humildemente vestida, con un rostro que reflejaba sufrimiento y derrota, entró a una tienda. Se acercó al dueño y avergonzada, le preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito. Con voz suave le explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían niños pequeños y necesitaban comida. El dueño, inflexible, le pidió que abandonara su tienda. Pero la mujer pensando en su familia continuó rogándole: ¡Por favor señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda. El dueño se excusó diciendo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda. Cerca del mostrador se encontraba un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer. El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia, pero éste no le hizo caso. Se dirigió a la mujer y le preguntó: ¿Tiene usted una lista de compra? Si señor, respondió ella. Está bien, ponga su lista en la balanza...