Colección de sueños
No
sé como ni por qué sucedió, pero esa colección de sueños ahora la tengo Yo e
incluso me he atrevido a ir añadiéndole algunos de los míos. Recuerdo ahora el
primero que guardé, el más corto, ni siquiera se si llamarlo sueño. Era una
ciudad muy, muy lejana, estaba tan lejos que era imposible llegar a ella. En
esta ciudad era todo de color rosa: sus árboles, sus calles, hasta sus gentes
tenían ese pálido tono del algodón de las ferias, Pero en mi sueño faltaba
algo: el sol, que no se dejaba ver entre las estáticas y esponjosas nubes rosas
que tapaban el cielo rosa de mi ciudad, entonces comenzó a ocurrir algo
extraño: poco a poco se fue oscureciendo todo y los árboles, y los pájaros y
las calles con sus gentes cambiaron su tono rosa y fueron perdiendo vida,
oscureciéndose poco a poco hasta que mi ciudad y mi sueño se desvanecieron en
una enorme sombra.
Otro
que también he guardado en mi colección es aquél sueño en el que hacía mucho
calor, aunque yo era la única persona que no lo notaba, de repente comencé a
sentirme más y más ligera. Notaba como poco a poco todo se iba alejando y las
cosas que antes eran grandes ahora cada vez eran más pequeñas. La gran angustia
que sentía en esos momentos hizo que comenzara a gritar con todas mis fuerzas,
Yo gritaba y gritaba, pero nadie me oía, ni tan siquiera que veían, me había
transformado en un suspiro, un suspiro que quizás había salido del corazón de
algún enamorado. Ahora no sabía dónde iba, y casi sin darme cuenta ese sueño se
me escapaba, pero no para desaparecer como lo hizo el suspiro, sino para ocupar
el vacío de otra persona, aún así todavía lo conservo en la colección.
Me
gustaría contarte otro sueño; tal vez el más maravilloso y el que guardo con
más cariño. Recuerdo que era un lugar donde no existían ni el día ni la noche,
ni el frío ni el calor, un lugar donde todo era armonía y tranquilidad, lo más
parecido a un paraíso, cuando noto mi estancia allí en mi cara se dibuja una
estúpida sonrisa que refleja la felicidad que sentía en esos momentos. Me
sentía protegido y fuerte, grande, más grande que nadie. Pero esa sensación
especial se fue difuminando casi sin darme cuenta y otro sueño irrumpió en mi
noche: había un movimiento de olas que chocaban suavemente contra mí, pero yo
no me mojaba, de pronto, como sí de una estrella fugáz se tratase, las olas
pararon, desapareció la playa y aparecí de nuevo en mi paraíso.
La
felicidad duró un solo instante, estaba otra vez allí, pero una parte de mi
sabia que iba a suceder algo y no quería continuar en aquél lugar. Las gotas de
lluvia mojaban mi cara y el sol se había escondido para dejar paso a las
estrellas. Fue entonces cuando comprendí que las noches eran frías y los días
muy largos. Este sueño, que al principio me hizo sonreír, terminó por
convertirse en una pesadilla que me hizo llorar cuando desperté pensando que en
realidad había sido un sueño y que ese paraíso donde yo disfrutaba de las más
grandes sensaciones, ya no existía, y no iba a poder volver a él nunca más.
La
lluvia ha cesado, y con ella han desaparecido las nubes, dejando que los rayos
del sol se acerquen a mí, aun estando tan lejos.
Ahora
estoy pensando en una ocasión en que estando a solas con mis pensamientos,
alguien, oportunamente, me regaló una flor. Cuando me di la vuelta ese alguien
ya no estaba, había desaparecido como por arte de magia; pero el conservar esa
flor me ayudó a pensar que, quizás, algún día, ese alguien volvería a mí con
otra flor. El entorno que me rodeaba no quiso que fuera así, por o que de ese
sueño sólo me quedó una flor que todavía guardo en el álbum de mis sueños.
Este
es el último sueño que te quería contar, aunque no el último de mí colección.
He guardado todos con cariño, unos más que otros, pero todos. Este último que
te he contado, junto con una flor imperecedera, ocupa un lugar especial en mi
recopilación. Pero ahora solo quiero descansar...
Atentamente Yohan Cala
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